Thursday, December 14, 2006

De Cafetines y Ventanas


Mirar por la ventana de un café es como ver la televisión, pero claro…mucho más entretenido. Ver la gente pasar es una actividad que tomé por costumbre a medida que empecé a viajar. Siempre sentí la extraña necesidad por entender el comportamiento humano, y estoy ciento por ciento seguro que la calle es la que nos muestra la verdadera realidad de las personas. Cuando me siento a tomar un café y no tengo nada para leer no me queda otra que apoyar la pera sobre la palma de la mano y mirar hacia afuera por la ventana. Puedo llegar a pasar horas sentado en una silla mientras miles de personas que no conozco desfilan ante mis ojos. Sólo me distraigo cuando la camarera me llena la taza o tengo que correr al baño. Si tengo un block de hojas a mano trato de bajar a letra lo que más me llama la atención, quizás me sirva para algún personaje que en el futuro quiera retratar. La manera de caminar es la que me ayuda un poco a descifrar la personalidad de la gente. Y basándome en esos detalles monto numerosas historias que sólo a mí me entretienen. Cabe aclarar que no lo observo por el lente de un periscopio, no me escondo detrás de un gran angular, trato de estar lo más cerca posible para poder captar esos miles de gestos que definen a una persona. Por eso prefiero sentarme en una terraza, no hay afiches o menús colgados que te dificulten la vista. De esa manera logras también ver otros guiños que a la distancia son bastante difíciles de percibir.

Es disímil la variedad de personas que pasan delante de esta ventana de este café en Wicklow Street. Caminan solas o acompañadas de la mano, algunos hablan por teléfono o escuchan música. En este frío boreal los abrigos llevan el color y elegancia de la calle. Los más jóvenes apuestan por camperas siguiendo los cánones de la moda y algún que otro perdido camina con un simple saco de pana, mientras tanto la gente de oficina camina orgullosa con sus trajes recién horneados y salidos de la tintorería, cortados a la perfección por el sastre de la familia.

Ahí viene la que mira hacia abajo mientras camina, quien sabe que estará pasando por su cabeza. Otros miran al cielo, buscando algún tipo de respuesta a una pregunta substancial. Están los que miran la vidriera de los negocios y en esos ojos bien abiertos un efecto anime destella temblequeando. Los que fuman y disfrutan de su cigarrillo, los que fuman y lo tiran desesperados, prometiéndose que ese fue el último. El que está apurado y la que camina en una burbuja acaban de chocarse, el que está apurado no tiene tiempo para pedir disculpas y la que camina en una burbuja no se da cuenta. Ahora viene el que ríe, mostrándole la hilacha al frío, totalmente abrigado de pies a cabeza.

Entre los que caminan delante mi ventana están los hindúes, los polacos y los irlandeses, los italianos y españoles, los checos, chinos y árabes, también están los australianos, alemanes y suecos, franceses, húngaros y canadienses. Los malayos que caminan en grupo se corren para que el uruguayo pueda pasar entre ellos. El irlandés habla por teléfono con el francés que trabaja en una agencia de reclutamiento, si tiene suerte el Lunes empieza a trabajar. El hindú le pregunta la hora al español, y la australiana que pasó por el costado chequea el dato en su teléfono. El chino se ata los cordones en el medio de la calle sin importarle que por atrás el polaco camina apurado porque esta llegando tarde al trabajo. El italiano seduce a la sueca que mira para un costado para ver por donde puede escapar. El húngaro de rastas toca la guitarra y la pareja de turistas alemanes tira unas monedas en el gorro de lana de la tailandesa, novia del guitarrista.

Entonces llega la noche y la gente le concede el protagonismo a la soledad de la calle. La luz del día baja tenuemente y el sol se pierde exiguo entre las catedrales del sur de la ciudad. La camarera me avisa que están por cerrar, entonces pago la cuenta y me abrigo.

El argentino camina con las manos en el bolsillo, deseando llegar a su casa y tomar una copa de vino.

2 comments:

vero mariani said...

Excelente aunque peligroso. Despierta nostalgias...

vero said...

no veo a alma singer en tus "vale la pena" puleeeeeeeeeeeeeeeeeee