Wednesday, November 01, 2006

Entre aduanas y Marruecos


Una larga cola de viejas mujeres marchaba tranquilamente por un sendero delineado por conos y vallas. Éstas vestían largos vestidos y cubrían sus caras con finos velos negros. Soportaban el peso de una canasta de mimbre sobre sus cabezas cargados de lana de oveja. Los hombres que encapuchados, vestían largas túnicas y llevaban de una firme cuerda a unos burros cargando cajas a más no poder. Niños corrían y jugaban con una deshilachada pelota de fútbol y unas botellas de coca cola como postes. Varios de ellos mendigaban a los autos que salían de la frontera o se refugiaban a la sombra de sus padres. Los más viejos simplemente estaban sentados sobre una pequeña colina y miraban los autos pasar.

Un oficial marroquí se acercó al auto y nos entregó unos papeles para llenar. Los completamos y bajamos del coche, dejándolo a Agustín para que se quede cuidando las cosas.

Nos acercamos a la ventanilla de la aduana. Una pareja estaba delante de nosotros. Un policía parado cerca nuestro gritaba unas palabras en árabe a unos jóvenes que se acercaban demasiado a los coches. Un grupito de españolas que recién habían llegado discutían con unos moros que se cruzaban delante de su auto. Nacho miraba todo sorprendido, desde que cruzamos la frontera que no paramos un segundo de mirarlo todo con los ojos abiertos. Era como si una burbuja de tiempo nos protegía de un miedo que nos invadía dentro, una mezcla de temor y excitación que nos alentaba a seguir viaje y de una vez por todas volver a la carretera.

La pareja terminó con el papeleo y nos dejaron su lugar. Agustín se nos acercó.

Entregamos los pasaportes y los papeles de migración y del coche al oficial. Éste los miró detenidamente y se los fue pasando a otro hombre que anotaba los datos en una computadora. Agendaron los datos de Nacho y Agustín sin que hubiese ningún problema. Cuando llegaron al mío, el tipo de la computadora dejó de tipear y se los devolvió al primer oficial. El policía arqueando las cejas me miró con fastidio y abrió nuevamente mi pasaporte.

- El señor Mariani. Qué significa lo de Productor de Televisión?, me preguntó y mis dos compañeros de viaje se dieron vuelta para mirarme.

Unos minutos antes, cuando estábamos llenando los papeles yo jugaba con la idea de poner mi verdadera profesión, aunque nunca haya tenido algún tipo de experiencia. Unos meses antes me había graduado y era de esperar que quiera poner mi título terciario.

- Usted ha venido a hacer un documental?, me preguntó con un poco de agresividad.

Cuando les comenté a mis compañeros en el auto que iba a poner lo de productor de televisión, Nacho, con su habitual temperamento me dijo sencillamente que me deje de gilipolleces. Agustín se reía y motivaba a que lo ponga.

- Puedo ver el permiso gubernamental para eso?, preguntó sin siquiera mirarme.

Yo estaba seguro que el tipo estaba jugando conmigo. Tranquilamente pude meter una videocámara y grabar lo que se me plazca sin tener que avisarles. Encima Agustín era el que tenía la cámara encima. Nacho, que ya estaba un poco nervioso jugaba con el llavero del auto.

- Y bien caballero?, ahora sí preguntó con un poco más de impaciencia.

- No oficial, no tengo ningún tipo de permiso gubernamental ni tampoco vine con las ganas de hacer un documental, le contesté para mi sorpresa con seguridad y valentía.

- Y entonces qué significa esto de la televisión?

- Nada, soy estudiante pero vengo a Marruecos en plan viaje de placer. Quiero conocer su país y cultura. Ninguna intención de grabar algún tipo de documental, video o película.

El tipo me estaba poniendo de mal humor. Se supone que tienen que tratar bien a los turistas ya que son la principal fuente de ingresos. Pero no se lo hice saber. Es mejor no decir todas las cosas, y la verdad me sentía un poco mal con mis colegas que estaban pasando un momento tenso por mi culpa.

- Mire, déjeme cambiar la solicitud y ponga solamente que soy estudiante, que es en definitiva lo que soy, le dije con ganas de terminar la conversación.

Con cierto malestar agarró el papel de migración y tachó lo que había puesto. Selló los pasaportes y nos lo entregó. Entramos nuevamente al auto y tras una fuerte discusión con Nacho arrancamos y nos abrimos a este nuevo mundo que nos estaba esperando para vivir nuevas aventuras y experiencias.

Luego, al finalizar el viaje nos acordamos de esta anécdota entre risas y cervezas en un pequeño hotel cerca de la frontera española. El viaje quedó fuertemente documentado en los quince rollos de fotos que saqué y en la hora y pico que Agustín grabó con su videocámara.

1 comment:

Anonymous said...

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